El ingeniero argentino Fredi Vivas, especializado en el centro creado por Google y la NASA, explicó a Infobae cómo la IA parece invisible, pero está presente en todos los ámbitos. Cuáles son sus ventajas y sus peligros
Fredi Vivas es ingeniero en sistemas y músico. La primera pasión se inició a los 12 años en Lomas de Zamora. Desempeñó todas las actividades imaginables vinculadas a la tecnología, desde trabajar en un cyber hasta servicios técnicos de todo tipo. Pero su vida dio un vuelco cuando ganó una beca en Singularity University de Silicon Valley, el espacio que administran la NASA y Google para potenciar a los futuros líderes tecnológicos.
En ese sitio mágico para los aficionados a la IT (tecnologías de la información, por sus siglas en inglés) se mezclaron 90 profesionales de 50 países del mundo especializados en las más diversas disciplinas: médicos, ingenieros, educadores, entre otros.
Vivas se ha convertido en un faro de la ciencia de datos en el país y tiene su empresa, RockingData, una startup dedicada a brindar servicios de Data Science y Big Data. Es coordinador académico del programa Big Data de la Universidad de San Andrés. Además ha publicado un nuevo libro, ¿Cómo piensan las máquinas? de Editorial Galerna, que intenta ser un camino hacia la divulgación de su especialidad. A los 10 años leyendo la revista Muy Interesante se apasionó por la ciencia y la tecnología. Aunque nunca fue lo que se considera un genio de las Ciencias Exactas, según cuenta, encontró en la Informática una herramienta para superarse y conseguir impacto positivo en la sociedad.
“Inteligencia artificial (IA) es una de esas palabras técnicas que se metieron de lleno en el lenguaje cotidiano. Podríamos definirla como la combinación de algoritmos desarrollados con el objetivo de mostrar comportamientos considerados inteligentes que imiten, en alguno de sus aspectos, las capacidades del ser humano”, explicó, en diálogo con Infobae.
Reconoce que, aunque es un concepto “muy técnico”, y puede resultar alejado para la mayoría de las personas, “pero lo vivimos en nuestro día a día cotidianamente. Cuando conversamos con Siri, el asistente virtual de iPhone, estamos frente a un sistema que procesa lenguaje natural. Eso es Inteligencia Artificial. Cuando usamos Waze, el sistema elige la mejor ruta haciendo cálculos que permitan optimizar la navegación en tiempo real, eso es inteligencia artificial. Cuando Amazon nos ofrece recomendaciones de productos basadas en las canastas de compras que se realizaron en el pasado, eso es inteligencia artificial también.
Vivas está convencido de que la tecnología hizo más llevadera la larga pandemia de COVID-19. “Con la inteligencia artificial está pasando algo parecido a lo que sucedió, por ejemplo, con la electricidad. Es algo tan cotidiano que dejó de ser visible. Ya no le prestamos atención, pero ahí está.
Ante la fuerte exigencia que tuvieron los centros de salud cuando el número de contagiados de COVID-19 creció exponencialmente, junto a su grupo de trabajo implementó “en un sanatorio de Buenos Aires un algoritmo que permitía organizar el enorme volumen de datos disponible, establecer patrones y prever cuestiones como cuántas camas debían tener libres, cuántos insumos eran necesarios, cómo ordenar y planificar los descansos de los médicos y, sobre todo, cuántas personas iban a ingresar con COVID-19 a terapia intensiva”, relató.
El mundo de la salud está ampliamente atravesado por la inteligencia artificial. Por ejemplo “existen diversos softwares que permiten detectar, con gran precisión, ciertas anomalías en radiografías, visualizando, por ejemplo, tumores que en algunos casos son imperceptibles al ojo humano. Aplican una técnica de inteligencia artificial denominada computer vision o visión artificial que tiene una enorme capacidad para identificar objetos dentro de videos o imágenes.
También la agricultura las aplicaciones “son infinitas, y Argentina es referente en la agtech. Transporte, política, finanzas, educación. En todo hay IA”, dijo. “El análisis de los datos otorga previsibilidades y respuestas a las preguntas que nos hacemos en estas circunstancias. La ciencia de datos se basa en saber qué pasó para predecir qué puede ocurrir. En todo el mundo hay cientos de ejemplos de casos similares a este”.
Pero también en la vida cotidiana para aquellos que pasaron largas horas de encierro, la inteligencia artificial hizo su aparición para que la vida fuera un poco más placentera. “El algoritmo de recomendaciones de series de Netflix en función de nuestros gustos, también nos hizo más fácil la cuarentena”, señaló. “No importa en el rubro que trabajes o en el ámbito en que te desenvuelvas, nuestras actividades están siendo resignificadas por la disrupción tecnológica”.
Vivas cree que aún existen ciertas barreras culturales que llevan a muchas personas a desconfiar de la inteligencia artificial porque, “todo cambio tecnológico genera, no solamente emoción y entusiasmo, sino también miedo y ansiedad. Miedo a que la tecnología nos reemplace, o a no poder adaptarnos a una forma nueva de hacer las cosas. O simplemente rechazo a lo desconocido”, dijo, por eso “la mejor forma de superarlo es conociendo cómo funciona la inteligencia artificial”.
Para perder el temor a los perjuicios que puede traer la tecnología, el especialista enumera los mejores ejemplos de sus beneficios: “Hay que considerar cómo las máquinas pueden ayudarnos en tareas pesadas, peligrosas, poco higiénicas y que requieren acción repetitiva. O cómo los humanos podemos complementar a las máquinas cuando hablemos de tareas que requieran de altos niveles de intuición, emocionalidad o sensibilidad cultural. Pienso que un libro, la educación o las charlas son maneras que busco romper ciertos mitos sobre la relación humanos-IA”.
Entonces aparece en escena las cuestiones éticas en la aplicación de las IT. Aún está fresco en la memoria de muchos el escándalo de Cambridge Analytica, la consultora británica que usaba datos de Facebook para diseñar mensajes segmentados en campañas políticas.
“Para nuestro equipo es un valor importante no perder de vista el propósito de nuestro trabajo: se trata de usar el conocimiento para pensar de manera creativa y crítica, colaborando para resolver problemas de la vida real. Si queremos aprovechar el beneficio de usar los datos para mejorar la calidad de vida de las personas, es el momento de establecer criterios legales y éticos sólidos”, explicó.
“La mejor forma de gestionar y de evitar esos riesgos es dándolos a conocer, y no poniéndolos por debajo de la alfombra sino más bien arriba de la mesa. Estamos frente a una tecnología muy poderosa. No podemos hacer solamente foco en las oportunidades sin conocer los riesgos. Pero que el árbol no nos tape el bosque: si usamos bien esta tecnología podemos revolucionar el mundo en que vivimos. Y ya lo estamos haciendo. Cuando usamos IA y ciencia de datos, creamos modelos para que las máquinas puedan entender el mundo, y este puede ser un proceso que replique y peor aún, amplifique errores humanos.
Los sesgos a la hora de desarrollar procesos de IA son ampliamente debatidos entre los especialistas. “Como usuarios buscamos cada vez mayor transparencia en cualquier gestión, exista un algoritmo o no de por medio. Por eso el objetivo principal tiene que ser diseñar mecanismos de toma de decisiones inteligentes centrados en los humanos. En este contexto y dada la infinita complejidad de un sistema de valores humanos, es necesario que la inteligencia artificial sea dotada de valores y principios, esto sin dudas es responsabilidad de las personas que construimos estas tecnologías, comprendiendo las implicaciones morales y éticas de nuestro trabajo.
-La máquina aprende lo que el ser humano le enseña, ¿y si no le enseña bien?
-Así como crece la cantidad de proyectos de IA que se están poniendo en funcionamiento en las organizaciones, mayor también es la necesidad de una exploración más profunda del impacto de la IA en las actividades, los límites y los objetivos de la organización, incluidos los mecanismos y procesos. Las organizaciones están iniciando ese camino a medida que lo transitan, por eso es importante tomar consideraciones para generar inteligencia artificial responsable.
-¿Cuáles serían algunas ideas para que se ejerza esa responsabilidad?
Creo que es responsabilidad de las empresas educar y divulgar sobre IA. Trabajar de manera multidisciplinaria. La transversalidad pone en la mesa opiniones y conversaciones imposibles de conseguir de otra manera. Establecer un marco para una IA confiable y explicable, donde el objetivo es garantizar una IA segura en el futuro, por eso es importante comprender los debates que hoy guían la regulación de la IA, sintetizando políticas y principios de diseño. Trabajar en la creación de procesos anti-sesgos. Quizás nunca podamos evitar la existencia de sesgos en nuestros algoritmos, pero sí podemos intentar tener procedimientos que los reduzcan a lo mínimo posible y estar alertas para detectarlos cuando aparecen. Cuando se inicia un proyecto de IA pensar en el impacto potencial de ese producto.
-La capacidad de atención de los centennials es de 8 segundos y actualmente representan el 40% de los consumidores. ¿Cómo captamos su atención?
-Las formas de consumir contenido cambiaron radicalmente, y que eso no es mejor ni peor, sino que simplemente es. Los mensajes más descontracturados, reales, que tengan un componente práctico, y que no bajen línea, creo que son la mejor forma de llegar. Junto a un gran equipo de especialistas en datos estamos trabajando en algo que aún no podemos anunciar formalmente, pero, te adelanto, serán cursos online sobre data que buscan cambiar la forma de aprender y enseñar sobre estos temas. Usamos microlearning, que son contenidos basados en formatos más pequeños y segmentados.
-¿De qué forma va a cambiar a las personas comunes el mundo de datos?
-Ya nos está cambiando en casi todo lo que hacemos. Las películas que vemos, la música que escuchamos, los productos que compramos, las noticias que consumimos, las conversaciones que tenemos por chat. Todo eso está mediado por el mundo de los datos, y, lo que es más interesante, genera más datos que se van a usar para perfeccionar las recomendaciones, sugerencias, y la experiencia de todos nosotros con la tecnología. Está en todas partes. Solo hay que afinar un poco más el ojo para verlo.
-¿Es posible volverse un sujeto desconocido para las máquinas?
-En Estados Unidos, por ejemplo, alrededor de la mitad de las caras de los ciudadanos se encuentran registradas por sistemas de reconocimiento facial de las fuerzas policiales. Esta discusión da para largo, pero, en principio, es muy difícil volvernos invisibles frente a la tecnología. Pero la IA no me reconoce a mi, a Fredi Vivas, como un ser humano único e irrepetible, sino que lo hace en función de datos que puede obtener de mi.
Por Flavia Tomaello